Bajo la atenta mirada de los capataces, los costaleros se organizaron con precisión, ajustando sus posturas y comunicándose entre sí en silencio. A medida que avanzaba el ensayo, la devoción se intensificaba entre los presentes. Las miradas de los fieles se llenaban de admiración al ver el trabajo conjunto de los costaleros, reflejando la profunda conexión entre la fe y la tradición.
Al finalizar el ensayo, se respiraba un aire de satisfacción y gratitud. Los costaleros compartieron abrazos y palabras de ánimo, conscientes del privilegio de servir al Santísimo Cristo de la Buena Muerte. Con renovado compromiso, se despidieron del paso, sabiendo que este ensayo marcaba el inicio de una temporada de preparación espiritual y física para las próximas procesiones, donde seguirían honrando la memoria de Cristo con humildad y devoción.

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